Por: El Espectador.com
En la madrugada del 26 de septiembre de 1976, tropas argentinas apoyadas por un tanque de guerra rodearon una vivienda de la calle Mitre, en San Martín. Se abrieron paso a punta de disparos. Roger Julien escondió a sus dos pequeños, Anatole, de 4 años, y Victoria, de 6, en el baño. La mayor alcanzó a ver cómo su madre era arrastrada hacia la calle. Momentos después, cuando dos policías mujeres se hicieron cargo de los niños, el menor vio a su padre muerto en la vereda y a su madre tirada boca abajo, custodiada por un soldado.
El cuerpo de Roger nunca apareció. Victoria Grisonas fue trasladada junto con sus hijos a Automotores Orletti, donde los comandos uruguayos la torturaron y la castigaron salvajemente. Otros detenidos confirmaron que Victoria fue sacada de Orletti en el baúl de un Ford Falcon. Nunca más se supo de la pareja de esposos.
La historia de los dos niños, sin embargo, dejó un rastró determinante. Y hoy se ha convertido en uno de los casos más emblemáticos del secuestro de menores de edad durante las actividades de complicidad entre las dictaduras de Uruguay y Argentina. Una historia que esta semana volvió a emerger en la opinión pública uruguaya, pues el lunes, la fiscal Adriana Costa llamó a testificar en un juzgado de Montevideo al ex dictador Gregorio “Goyo” Álvarez y al ex canciller Juan Carlos Blanco —ambos condenados ya por otros casos— para que den cuenta de sus responsabilidades en el secuestro de los pequeños.
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