Muchas mujeres han sido violadas en medio del conflicto. La mayoría guarda silencio. Quienes denuncian, reciben poco apoyo.
Por: Revista Semana
Al final, cuando ya todos la habían abusado como les dio la gana, vino uno y la marcó con las iniciales AUC en los brazos, la espalda, debajo de cada seno. “Para que le mostrés a tu novio, hijueputa” fue la agresión final y todos se echaron a reír mientras se acomodaban la bragueta.
Después de tomar muestras de semen y saliva, los médicos de Medicina Legal que atendieron a la mujer fotografiaron las cortadas, y ahora el expediente está en manos de una corte internacional. Pero ese es un caso de hace años, de cuando los paramilitares comenzaron a disputarles a las guerrillas el control de los barrios periféricos de Medellín.
En esos días entraban a las casas a buscar a sus enemigos y cuando no los encontraban ?se ensañaban con sus mujeres, feroces, barbáricos. Pasaba lo mismo en otras ciudades y también en otros pueblos donde el pene era una extensión del fusil asesino.
Con la desmovilización de los grupos paramilitares, y con ello el descenso en los niveles de confrontación, los investigadores sociales pensaron que los abusos sexuales derivados de la guerra podrían superarse. Pero no llegó a ocurrir. Los nuevos grupos mafiosos que coparon los fortines paramilitares continuaron las violaciones como arma de intimidación y sometimiento. No solo ellos. Guerrilleros y soldados del Ejército Nacional se sumaron a las agresiones. Los siguientes casos de víctimas auxiliadas por el Comité Internacional de la Cruz Roja fueron cometidos entre 2007 y 2009, después de las promesas de que toda la barbarie era cosa del pasado.
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